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INSURGENCIA EN BALUCHISTÁN


Foto: IPS/Karlos Zurutuza

Los pueblos baluchis son tribus que habitan principalmente en los territorios que conforman actualmente Afganistán, Irán y Pakistán. Viven desde hace siglos en estas tierras y lograron formar varias entidades estatales a lo largo de la historia. Una de ellas es Baluchistán, una provincia de Pakistán situada al suroeste del país, la cual comprende casi la mitad del territorio pakistaní. Esta región es escenario de un conflicto armado entre el gobierno de Pakistán y los grupos nacionalistas del pueblo baluchi, quienes buscan la independencia de la provincia. Históricamente, Baluchistán ha sido un lugar políticamente inestable con graves problemas de seguridad. Las tensas relaciones entre el gobierno central y los pueblos baluchis han convertido a la zona en un continuo ciclo de violencia.

Las raíces del conflicto armado en Baluchistán tienen su origen en el proceso de descolonización del subcontinente indio, actualmente India y Pakistán. Los intereses de los pueblos baluchis fueron ignorados a la hora de configurar el nuevo mapa y fueron obligados a formar parte del territorio de Pakistán debido a que la mayor parte de la población profesa el islam. A partir de este momento, comenzó la interminable lucha por la independencia de Baluchistán a manos de grupos organizados. Su población, contraria a las políticas del gobierno central de Pakistán, lleva más de 50 años luchando por el reconocimiento de la autonomía provincial y la justa repartición de la riqueza generada por la extracción de recursos los recursos naturales en la zona.

Un factor importante para entender la situación del país es que toda base del sistema político pakistaní descansa sobre la hegemonía militar. Naturalmente, ante los conflictos desencadenados desde su independencia, el proceso de consolidación del país ha necesitado el apoyo de las fuerzas de seguridad, por lo que la milicia tiene un papel predominante en la toma de decisiones. Organismos internacionales han denunciado a las fuerzas armadas por realizar ataques en contra de los separatistas, así como en contra de grupos de activistas y defensores de derechos humanos en Baluchistán. Algunas de las prácticas más comunes son los secuestros y desapariciones de las personas que incentivan los movimientos independentistas. Aunque no hay cifras exactas del número de desapariciones forzadas en la región, la situación es alarmante.

Los conflictos tienen su origen no solo en las diferencias culturales e históricas, sino también debido a los diferentes niveles de desarrollo entre las provincias de Pakistán y Baluchistán. Hay que tener en cuenta que, aparte de ser una región rica en recursos naturales, se encuentra en una zona estratégica comercial. Los nacionalistas baluchis denuncian la existencia de una política que tiene como objetivo frenar el desarrollo económico el cual pudiera incrementar el poder de las fuerzas secesionistas. En este sentido, Baluchistán recibe solamente una pequeña parte de la financiación del Estado y es privada de los beneficios derivados de la explotación de sus recursos naturales.

El gobierno de Pakistán tiene el objetivo de acabar con el motor del sentimiento separatista y la respuesta habitual ha sido el empleo de la fuerza. Estos enfrentamientos no consiguen otra cosa más que alimentar el odio y desencadenar más violencia en la región. A pesar de que la crisis de derechos humanos en esta región es ignorada en gran medida por la comunidad internacional, incluso por el gobierno pakistaní, no es un conflicto que deba pasar desapercibido. El conglomerado de factores y actores que se entremezclan en el conflicto podrían hacerlo estallar por completo, lo que afectaría a las fronteras y dinámicas en Asia central. De no cesar los enfrentamientos, Pakistán seguirá siendo escenario de un conflicto armado, así como de actividades de grupos terroristas cuyas actividades se ven facilitadas por la corrupción, la represión y la falta de cobertura periodística.

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